El conflicto bélico en territorio ucraniano lleva más 11 años en sus diferentes facetas además de un enorme impacto para la población y los territorios afectados. Todo esto, en el marco de una confrontación geopolítica entre Estados Unidos y Rusia por mantener la ventaja estratégica en una comunidad política con todos los signos de un estado fallido como es Ucrania.
Donald Trump desde la presidencia, aparenta querer terminar las hostilidades en la región, pero sin acompañar estos deseos de una propuesta política y además con visibles divisiones internas sobre el tema. A su vez, desde Europa se mantiene un fuerte sentido belicista de Francia, la Gran Bretaña, Alemania en diferente medida y de una parte importante de los miembros de la UE que sin embargo no podrían cubrir el nivel de contribuciones económicas y militares que se le ha dado Ucrania por parte de Washington, en caso de que Estados Unidos decidiera suspender éstas mismas. Desde Moscú han mejorado su ventaja estratégica después de 3 años de confrontación militar directa y han dejado claro las líneas principales para concluir las hostilidades que incluyen neutralidad para Ucrania y ajustes territoriales sobre la base de la realidad.
Por otro lado, desde el gobierno ucraniano, Zelensky parece al menos discursivamente dispuesto a proseguir una guerra con objetivos que parecen inalcanzables desde el punto de vista estratégico militar y que a largo plazo llevarían a un deterioro aún mayor a todos los niveles del tejido político, económico y social en el territorio ucraniano.